Retrato de Eustaquio Ilundain y Esteban cuando era Obispo. Del pintor Jesús Soria (1906)   Eustaquio Ilundain y Esteban, Cardenal Arzobispo de Sevilla (Pamplona 1862-Sevilla 1937). Según la bibliografía consultada el Cardenal Ilundain fue nombrado Hermano Mayor Honorario de la Hermandad de la Amargura en 1969, lo cual es altamente sorprendente ya que el citado prelado falleció en 1937, y no se si la fecha esta errónea; pero mas sorprendente aun es que la hermandad le diera este cargo honorífico, ya que si hay un personaje polémico en la relación "Palacio/Hermandades", ese es el Cardenal Ilundain.

  

   Ilundain ocupó la Sede Hispalense en 1921, en donde permaneció hasta su fallecimiento. La polemicidad sobre el Cardenal Ilundain no va solo en lo que a sus actuaciones con respecto a las hermandades se refiere, sino también como lo han tratado los distintos autores cuando se estudia el primer tercio del siglo XX, como la benévola y conciliadora pluma de D. José Sánchez Herrero, o la muy cáustica de D. Antonio Burgos; mientras el primero dice textualmente que "Demostró gran sensibilidad y sensatez al gobernar una diócesis tan conflictiva...", el segundo ante el echo de haber sido nombrado hijo adoptivo de Sevilla menciona "Bueno, pues como aquí somos tan falsos y hay tanta ojana, aunque los capillitas largaban por la espalda lo que se pueden ustedes imaginar de Don Eustaquio, lo hicieron Hijo Adoptivo de Sevilla en 1929. Cuando la Sevilla cofradiera entera estaba diciendo que lo que era IIundain era hijo de otra cosa y no precisamente adoptivo..."


   Para comprender esa animosidad en contra de Don Eustaquio hay que ver las circunstancias de esa época, y que 1929 particularmente fue un año de exaltación de los ánimos en la Sevilla Cofrade.

 
   Poco después de tomar posesión de su cargo (5 de Julio del 21), el 6 de Septiembre Ilundain nombra una Comisión Administradora encabezada por D. José Sebastián y Bandarán cuyo fin era "encauzar la vida y gobierno de la Hermandad de la Macarena", y aunque de ella salieron buenas cosas como la imposición de mas seriedad en el cuerpo de nazarenos y armados en la estación de penitencia, saneamiento de la economía etc, los macarenos en general no estaban contentos con estas imposiciones de palacio; eso se agravó cuatro años mas tarde cuando en 1925 el cardenal suspende las elecciones en la Macarena y nombra una gestora.

 

   En 1927 nombra una Junta Extraordinaria para el Gobierno de la hermandad presidida por D. Felipe Pachón Rojas y prohíbe la celebración de Cabildos Generales durante 5 años. El citado Pachón fallece en 1929 e Llundain nombra como Hermano Mayor a D. Leoncio Martínez de Bourio Sánchez, un bilbaíno de su confianza recientemente llegado a Sevilla y que se había apuntado a la hermandad unos días antes y ni si quiera había jurado las reglas de la hermandad.

 

   La reacción de los macarenos y el barrio no se hizo esperar azuzada por rumores que corrieron en el mismo de que se llevarían la hermandad a una zona mas céntrica, provocando que el populacho literalmente tomara la Sala Capitular para impedir la toma de posesión de D. Leoncio, y tras zarandearlo las mujeres de barrio volcaron cubos de manteca derretida con añil sobre la cabeza de D. Leoncio. Ante semejante traumática experiencia, D. Leoncio se negó a tomar posesión y como nos dice en la Web de la hermandad "temblando se asomó al balcón de la sala del Camarín anunciando su dimisión". El episodio acabo con la intermisión de la fuerza pública, y aunque varios miembros de la junta intentaron mediar con el Cardenal, este insistía en que se cumpliera lo impuesto por el, aunque nunca llegó a producirse.

 
   Como si esto no fuera poco, en 1929 el Cardenal envía una carta a todas las hermandades en las que se especificaban unas prohibiciones por los "abusos" que ocurrían en las procesiones de Semana Santa, que son las siguientes:

 
1. Prohibición de cantar "saetas"; ya que era común que fueran profesionales del cante flamenco y no le gustaba que cantaran desde casinos o centros de recreo y los alardes de voz que hacían. Ya que para él la Saeta tenía que ser "una plegaria espontánea, inspirada por la piedad popular" y que era "un espectáculo que resulta impropio de la religiosidad y recogimiento de los cortejos de semana santa". A modo personal diré que Don Eustaquio tenía el corazón donde debía de tenerlo, en lo divino; pero el cerebro, como suele ocurrir a menudo con el estamento "ordenado", se negaba a entender el verdadero fenómeno antropológico-cultural de la Semana Santa Sevillana, que no es solamente religioso.

 
2. Se prohibió que las mujeres participaran en las procesiones de Semana Santa, y solo podían llevarlas aquellas que tuviera una tradición de mas de 30 años en tenerlas en sus cortejos, y no podían superar el número de 40 participantes.

 
3. Se prohibió que se pararan los pasos por peticiones exprofesas, y solo las necesarias. (Hay que explicar, que en esa época a veces se paraba por tan largo rato las cofradías para el cante de saetas, que luego acarreaban serios retrasos; retrasos que eran acumulativos para otras hermandades, dándose el caso que en días como el Miércoles o Jueves, la ultima en entrar en la Catedral se encontraba las puertas cerradas porque ya había comenzado el Miserere).


4. Que el Viernes Santo no hubiera procesiones entre las nueve de la mañana y las primeras horas de la tarde. Todas las cofradías debían de estar recogidas antes de las nueve, a excepción de la Esperanza de Triana, que por su largo recorrido se le permitía recogerse a las 10.

 
   Como es de esperar no mucho de esto se llevó a cabo, pero el Arzobispo atacó de nuevo al año siguiente con el denominado Decreto de los Prelados, en el que se dictaban nuevas normas para la celebración de Cabildos de Elecciones en el que se ponía límites a la posibilidad de mantenimiento indefinido en sus puestos de los hermanos mayores y demás cargos directivos, siendo limitado ahora a 5 años; se fijaba en 19 el número de miembros de las juntas de gobierno; se prohibía la organización de festivales y espectáculos para recaudar fondos para las hermandades (reafirmando el ya decreto de 1926 en el que prohibió las Cruces de Mayo por considerarlas indecorosas) etc... esto produjo dimisiones en masa, paralización de las actividades de los artistas* como bordadores, orfebres etc. ante la desconfianza de empezar obras que tuvieran que ser terminadas por otros artistas. Ante el yugo de hierro que el cardenal pretendía poner en las hermandades intentando doblegar la "autonomía foral" que siempre habían tenido; quizás la respuesta mas cómica fue de la Hermandad de los Negritos que llevando a raja tabla el Decreto destituyó al propio Cardenal Ilundain, ya que por mas de 150 años los Arzobispos de la ciudad eran los hermanos mayores de la corporación, y este llevaba mas años en el cargo que los aceptados por el Decreto; así que la Junta de los Negritos eligió además como Hermano Mayor a un conocido político republicano (D. Rodrigo Fernández y García de la Villa). Como contraataque, Ilundain retiró las Reglas de la hermandad, intentó imponer una Gestora (que no se formó porque nadie aceptó ser parte de ella) y la hermandad quedó totalmente desorganizada de 1930 a 1934. El Arzobispo en 1931 para tapar el escándalo incluso intentó que los cofrades de San Roque sacaran la cofradía de los Negritos, lo cual increpaba aun mas los ánimos de los cofrades.


   Entre finales del 30 y principios del 31 corrieron por Sevilla todo tipo de octavillas y coplas de campanilleros atacando y ridiculizando al Cardenal, que dan una idea de "como estaba el patio", para muestra un botón basta:
"debe de renunciar a su cargo y retirarse en plan de penitencia a un convento, como se pidió ..... o a los montes de Pamplona, donde guarda el dinero que no llega a Roma y que conduce por el camino del infierno. .....Spinola al altar, cuyo expediente de beatificación se tramita. Ilundain, a la penitencia o al infierno"


   En la casa del pastor Eustaquio/ donde la soberbia/ tiene un pedestal,/ allí donde todos acuden sumisos/ y al cesar augusto/ tienen que acatar.


   En Orense se hacen rogativas/ pidiendo a la virgen/ que no vuelva mas/ el pastor de tan triste memoria/ que trocó en desdichas/ su misión de paz.


   Si has creído que estas en Orense,/ aquí, Malastaquio,/ te las vas a encontrar,/ y aunque llames a toda la poli,/ como te descuides/ te dan la pedrá.


   En Pamplona hacen los encierros/ corriendo los toros/ por la población;/ en Sevilla son las cofradías/ que cruzan las vías/ con aclamación.


   En el cielo celebran maitines/ y a los serafines/ cantan, sin cesar,/ porque dicen que ha dicho San Pedro/ que a Don Eustaquio./ no lo dejan entrar.


   En los años siguiente hasta su fallecimiento los ánimos se calmaron un poco, no por un consenso entre palacio y las hermandades sino por los problemas políticos que había en el país... Don Eustaquio no pudo con las cofradías, y que mejor resumen que la declaración que apareció en el numero 5 del Boletín del capillita: "quien ataque a las cofradías sevillanas... se estrellará definitivamente, en este mundo y en el otro: que para eso María Santísima, la protectora de esta tierra, mira por el bien de todos".


* Hay que entender que en esa época los Hermanos Mayores solían ser miembros de familiar poderosas y estaban en sus cargos de manera casi vitalicia, esto era por decisión de los propios hermanos; y aunque la medida del Arzobispo era a priori con un sentido de democratización de las hermandades, hay que tener en cuenta que en esta época si había dificultades económicas en la hermandad, esta poderosas familias sufragaban los gastos de mejoras y enseres de las hermandades, y los artistas ahora no sabían si iban a ser pagados a no.
 

Fuente: Texto y foto Concha R. Worth. http://www.lagubiayeltas.us/index.htm

 

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